Asociada también al uso de combustibles fósiles, la acidificación se debe a la emisión de dióxido de azufre y óxido de nitrógeno por las centrales térmicas y por los escapes de los vehículos de motor. Estos productos interactúan con la luz del Sol, la humedad y los oxidantes produciendo ácido sulfúrico y nitrico, que son transportados por la circulación atmosférica y caen a tierra, arrastrados por la lluvia y la nieve en la llamad nieve ácida, o en forma de depósitos secos, partículas y gases atmosféricos.
La lluvia ácida es un importante problema global. La acidez de algunas precipitaciones en el norte de Estados Unidos y Europa es equivalente a la del vinagre. La lluvia ácida corroe los metales, desgasta los edificios y monumentos de piedra, daña y mata la vegetación y acidifica lagos, corrientes de agua y suelos, sobre todo en ciertas zonas del noroeste de Estados Unidos y el norte de Europa. En esta regiones, la acidificación lacustre ha hecho morir a poblaciones de peces. Hoy también es un problema en el surestes de Estados Unidos y en la zona central del norte de África. La lluvia ácida puede retardar también el crecimiento de los bosques; se asocia al declive de éstos a grandes altitudes tanto en Estados Unidos como en Europa.
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